Primeros días
Las calles principales de Santa Cruz parecen las de un pueblo del lejano oeste de EE.UU. trasladado a la amazonía. Pero todos aquí dicen que más se parecen a una ciudad brasileña, del sur brasileño. Hay mucha preocupación por lo que se decidirá en La Paz. Si pudieran elegir, ya se habrían independizado o anexado a Brasil, pero no debo meterme en política. Por ahora debo establecerme. Madre muerta, padre internado en la amazonía, joven estudiante de ingeniería recién trasladado y esperando la llegada del carnaval. Debo hacer amigos rápido, febrero es un mes clave, práctiamente allí se decide si tendrás o no pareja el resto del año. El calor es sofocante. En las noches pienso en Ro, casi cuando empezaba mi vida universitaria y me gustaba torturar a las chicas mirándoles fíjamente la nuca hasta que voltearan con disimulo. En cambio Ro me miró fijamente, retándome, y así nos quedamos unos buenos segundos mientras el profesor hablaba de tautologías. Después de unos días sentí necesidad de voltear a ver quien me miraba y encontré su mirada huyendo y haciéndose la disimulada. Seria. Su cabello castaño sobre la cara. Solo acaso un atisbo de ligera sonrisa burlona. Fue la primera mujer y primera relación sobre la que teoricé con cierta madurez. Su existencia fue la primera clara evidencia de mi absoluta timidez con las chicas que de verdad me gustaban, de mi atracción por las chicas fuera de la norma, del pavor que sentía por la frustración, de como ello me llevaba a la inacción: de mi amor callado aunque expresado, de mi no querer escuchar la respuesta. Algunas cosas logré superar pero la historia de mis grandes amores sigue conformada solo por momentos interiores. |