Y a mi alrededor todo era bello
Hoy he llorado sin vergüenza y con un "ándate a la mierda" como única respuesta a todo los tipos de ¿qué tienes? formulados. Después me han dado ganas de reir pero las he reprimido.
Mi segundo día en Roma tuve el mismo llanto. Desperté y como el brasileño con quien pasé el día previo demoraba mucho en ordenar sus cosas, lo abandoné sin saber que quien se estaba quedando solo era yo. Tres horas después estaba llorando en medio de los vestigios romanos, al borde del Tíber, en la orilla opuesta a donde 25 minutos después apareció una rubia envuelta en un abrigo negro y gafas del mismo color que se quedó mirando el río un largo rato y de vez en cuando a mí, en la otra orilla y con el mismo sentimiento y con la misma imagen de soledad angustiante y lacrimógena. Los dos en un momento de debilidad.
El día previo en el vagón del tren que me llevó de Venecia a Roma, conocí a este brasileño que me cayó bien desde que prefiero obviar la tonta pregunta del viejo argentino que ocupó uno de los seis asiento "¿quién fue mejor Pelé o Maradona?". El brasileño no había hecho la tarea de todo viajero que quiere maximizar el tiempo que pasa en cada ciudad (no había reservado hostal). Confiaba plenamente en su guía de Europe que era completísima y te señalaba cada cosa por ver, la historia de cada calle turística por donde se pasaba, los lugares para comer, las oficinas turísticas de todas las grandes ciudades europeas; esa guía era una maravilla, pero le falló para conseguir hostel. Yo en cambio ya tenía la reserva en orden. Le expliqué el método más fácil: google, "hostal cheapest" u "hostales baratos", y plum, a escoger. Hostelseurope.com es un buen lugar para empezar la búsqueda. Hay una página mejor aún pero no recuerdo el nombre. El hecho es que lo llevé conmigo, dejamos las mochilas y salimos con lo imprescindible. Desayunamos en una esquina de la Plaza Garibaldi, aprendí que los cereales pueden servir para no comer siempre pan y galletas. Un poco de jugo, o un poco de leche chocolatada. Caminar y caminar entre las ruinas es realmente impactante. Que esto del siglo III ac, esto otro del III dc, esto es moderno, esto contemporáneo, y esto otro es del II ac, maravilla tras maravilla y maravillosas las restauraciones, el cuidado. Más aún la zona de Roma antigua al aire libre y el camino que sigues hasta llegar de pronto a un inmenso arco y luego al Coliseo: 50.000 puntas podían entrar en los tres niveles de graderías diseñadas con la misma lógica que se aplica hoy a cualquier estadio de sus dimensiones y con el campo central al que también se podía acceder a través de plataformas, casi como lo que hay ahora en los estadios japoneses. Luego almorzamos, pan, embutidos, jugo, una manzana para el camino. ¿Más ruinas o El Vaticano? Vaticano, el metro en el que tuve que sacar de mi canguro la mano de aquella eslava que me miró y yo la miré y le murmuré que no hiciera eso o que en todo caso no lo vuelva a intentar conmigo. Tres eslavos más atrás vigilaban la escena, se bajaron en el siguiente paradero. El siguiente era el nuestro y caminamos hacia las murallas de la ciudad y su guía sirvió para describirnos toda las obras de arte, del tipo "a su derecha está La Piedad de Miguel Angel y tatata una descripción cortita de la obra". Muy bueno todo y el tobillo que me fastidiaba. LLegamos totalmente cansados para ver que al cuarto había llegado un chileno y un típico manganzón estadounidiense. ¡Cómo los odian en Europa! y qué odiosos que pueden ser, pero al mismo tiempo, son tipos buena gente, necesitados de compañía. El chileno y el brasileño habían llegado a England a estudiar inglés. Pero el chileno se regresaba tras haber aprendido mientras que el brasileño ya llevaba tres años en London trabajando a medio tiempo pero con lo que alcanzaba para vivir y viajar durante 15 días cada año. Unas lindas milanesas nos conocieron y nos dimos cuenta que era 31 de octubre, "¿que hiciste el hallowen del año pasado?" hmmm no me acuerdo, "pues vamos y nunca te olvidarás de lo que hiciste este año: ¡Hallowen en Roma!"... Casi no dormimos, al día siguiente el chileno y el estadounidense querían ir a El Vaticano, se supone que el Papa saldría a dar la misa del 1 de noviembre. El brasileño se demoraba arreglando sus cosas. Preferí seguir solo. Quizás debí esperarlo, habíamos pasado un buen día juntos, nos habíamos hecho patas... pero caminé y tres horas después sentí que me había quedado solo, el tobillo hinchado empezó a matarme y me obligaba a descansar cada media hora. A mi alrededor todo era bello.
Mi segundo día en Roma tuve el mismo llanto. Desperté y como el brasileño con quien pasé el día previo demoraba mucho en ordenar sus cosas, lo abandoné sin saber que quien se estaba quedando solo era yo. Tres horas después estaba llorando en medio de los vestigios romanos, al borde del Tíber, en la orilla opuesta a donde 25 minutos después apareció una rubia envuelta en un abrigo negro y gafas del mismo color que se quedó mirando el río un largo rato y de vez en cuando a mí, en la otra orilla y con el mismo sentimiento y con la misma imagen de soledad angustiante y lacrimógena. Los dos en un momento de debilidad.
El día previo en el vagón del tren que me llevó de Venecia a Roma, conocí a este brasileño que me cayó bien desde que prefiero obviar la tonta pregunta del viejo argentino que ocupó uno de los seis asiento "¿quién fue mejor Pelé o Maradona?". El brasileño no había hecho la tarea de todo viajero que quiere maximizar el tiempo que pasa en cada ciudad (no había reservado hostal). Confiaba plenamente en su guía de Europe que era completísima y te señalaba cada cosa por ver, la historia de cada calle turística por donde se pasaba, los lugares para comer, las oficinas turísticas de todas las grandes ciudades europeas; esa guía era una maravilla, pero le falló para conseguir hostel. Yo en cambio ya tenía la reserva en orden. Le expliqué el método más fácil: google, "hostal cheapest" u "hostales baratos", y plum, a escoger. Hostelseurope.com es un buen lugar para empezar la búsqueda. Hay una página mejor aún pero no recuerdo el nombre. El hecho es que lo llevé conmigo, dejamos las mochilas y salimos con lo imprescindible. Desayunamos en una esquina de la Plaza Garibaldi, aprendí que los cereales pueden servir para no comer siempre pan y galletas. Un poco de jugo, o un poco de leche chocolatada. Caminar y caminar entre las ruinas es realmente impactante. Que esto del siglo III ac, esto otro del III dc, esto es moderno, esto contemporáneo, y esto otro es del II ac, maravilla tras maravilla y maravillosas las restauraciones, el cuidado. Más aún la zona de Roma antigua al aire libre y el camino que sigues hasta llegar de pronto a un inmenso arco y luego al Coliseo: 50.000 puntas podían entrar en los tres niveles de graderías diseñadas con la misma lógica que se aplica hoy a cualquier estadio de sus dimensiones y con el campo central al que también se podía acceder a través de plataformas, casi como lo que hay ahora en los estadios japoneses. Luego almorzamos, pan, embutidos, jugo, una manzana para el camino. ¿Más ruinas o El Vaticano? Vaticano, el metro en el que tuve que sacar de mi canguro la mano de aquella eslava que me miró y yo la miré y le murmuré que no hiciera eso o que en todo caso no lo vuelva a intentar conmigo. Tres eslavos más atrás vigilaban la escena, se bajaron en el siguiente paradero. El siguiente era el nuestro y caminamos hacia las murallas de la ciudad y su guía sirvió para describirnos toda las obras de arte, del tipo "a su derecha está La Piedad de Miguel Angel y tatata una descripción cortita de la obra". Muy bueno todo y el tobillo que me fastidiaba. LLegamos totalmente cansados para ver que al cuarto había llegado un chileno y un típico manganzón estadounidiense. ¡Cómo los odian en Europa! y qué odiosos que pueden ser, pero al mismo tiempo, son tipos buena gente, necesitados de compañía. El chileno y el brasileño habían llegado a England a estudiar inglés. Pero el chileno se regresaba tras haber aprendido mientras que el brasileño ya llevaba tres años en London trabajando a medio tiempo pero con lo que alcanzaba para vivir y viajar durante 15 días cada año. Unas lindas milanesas nos conocieron y nos dimos cuenta que era 31 de octubre, "¿que hiciste el hallowen del año pasado?" hmmm no me acuerdo, "pues vamos y nunca te olvidarás de lo que hiciste este año: ¡Hallowen en Roma!"... Casi no dormimos, al día siguiente el chileno y el estadounidense querían ir a El Vaticano, se supone que el Papa saldría a dar la misa del 1 de noviembre. El brasileño se demoraba arreglando sus cosas. Preferí seguir solo. Quizás debí esperarlo, habíamos pasado un buen día juntos, nos habíamos hecho patas... pero caminé y tres horas después sentí que me había quedado solo, el tobillo hinchado empezó a matarme y me obligaba a descansar cada media hora. A mi alrededor todo era bello.
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