Saturday, September 30, 2006

Un velo rosado cayendo

Sé que no te gusta escucharme. Ni el tono ni las palabras que digo. Te sueno a mierda. La forma que tengo a veces de alargar algunas sílabas, las palabras que escojo podrían darme un aire de esos. Pero no es tan simple como decir: "si tuviese otra voz estaría conmigo". Por más que de tu teoría fonética deduzcas que no soy quien podría. Soy la excepción a la regla. Eso también lo sabes. Un maestro del disfraz forzado que no me hace parecer quien quiero ni quien soy. En este momento deberías abrazarme. Si tu me dijeras esto yo te abrazaría fuerte fuerte hasta que se te pase. Te sobaría la cabeza, te besaría la frente y me darías un beso apasionado y agradecido por ser quien soy. Ya te he dicho antes que tiendo a dramatizar mi vida. Y eso que hoy me dieron dos noticias alegres: Así es la vida y la La risa, remedio infalible. Voy a reír toda la noche y tratar de no recordarte. ¿Pero qué haré si veo tu cabello, tu espalda al viento y las tiras rosadas de aquel vestido? ¿Mi sonrisa se volverá una mueca de sorpresa? Las mil corazas, el millón de disfraces caen ante las emociones y quedo desprotegido y único. Así me presenté ante ti un día. Así me viste -te acuerdas- y no te gustó. Así me presente siempre ante ti y te fuiste acostumbrando. Así estuve ayer y me tomaste. Así estoy hoy que no estás. Así estaré mañana y quizás despierte con tu sonrisa, una exclamación vivaz de mi nombre. Un hola. Yo también te extrañe. Esa es mi esperanza de todas las noches. Con esa esperanza vivo ahora. Por eso me mantengo. Por eso sobrevivo.