Bajo el Támesis
Es curioso pero mi estado de ánimo hoy es similar al que tenía la mañana aquella, la cuarta en Londres, en que fui a buscar el paso peatonal bajo el Támesis. Desolado. La australiana fue la que me pasó el dato. Estábamos en Greenwich. Caminé hacia el muelle en busca del mástil y las velas que sobresalían de entre las casas. Más allá del enorme velero estaba el ingreso al túnel que conducía a los docks, una zona recuperada y camino a convertirse en la nueva área financiera pero que todavía conservaba parte de sus ruinas y su olor a abandono; justo como mi estado de ánimo de aquel día. Había charcos por todos lados, el túnel estaba mal iluminado, tenebroso y largo; ovalado, de modo que al ingresar era imposible ver la luz al final. Provocaba miedo, sí, uno no sabe qué le depara la vida, como ahora, como lo que siento ahora. Pero es cuestión de caminar y caminar. Había desamparo en ese lugar, descuido. Y el salir de tanta decadencia no fue el paraíso sino un descampado en el que nada podría sobrevivir.
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