Una vez está bien
Durante unos meses el lugar en que trabajo acaparó la atención de los medios de comunicación y a mis superiores no se les ocurrió mejor cosa que hacerme su vocero y esconderse tras mi frágil apariencia. La cuestión es que me hice famoso. La gente me saludaba sin conocerme, se confundían, seguro. "Este pata me recuerda a alguien", se dirían. Las cajeras del supermercado me sonreían diferente, los taxistas me hacían el habla con avidez y cuando bajaba me decían: "suerte, X" y yo me extrañaba que supieran mi nombre. Las primeras semanas no sabía muy bien qué hacer. Trataba de seguir mi vida normal, pero los chismes de Lima empezaron: yo era un sobrado, que se me habían subido los humos y demás tonterías. Eso era malo para mi imagen, así que en mis superiores me recomendaron solucionarlo. Me dijeron que debía sonreir a todos. Y allí me veían a mí repartiendo sonrisas y saludos a quienes me miraran. Para mí todo era un chiste. Trate de representar bien mi papel. Siempre hay que hacerlo. Por suerte eso acabó rápido y poco a poco mi celebridad fue desapareciendo. No me dejó nada, pero disfrute la experiencia. Me han pedido volver a exponerme pero estoy mucho más a gusto en el anonimato cotidiano. Ya probé, gracias.
<< Home