Monday, September 04, 2006

De muerte y esperanzas

Tenía la mirada fija en una estrella que debía estar por ahí en alguna parte del cielo limeño. Sus manos se tomaban entre sí con fuerza. El rostro desencajado, amplias ojeras, sus labios entreabiertos, su lengua musitaba en un idioma incomprensible, rezaba. Me senté en silencio a observarla dispuesto a pasar la vida allí hasta que me dijera si necesitaba algo. Pasada 1 hora y 45 minutos ella seguía en trance. A su costado, el cuerpo empezaba a enfriarse. No había podido quitar mi vista de su rostro, estaba congelado en su rezo. Pensé que debía quedarme hasta el final y eso hacía. Siempre me pasa eso, soy de ideas fijas. Eso podría ser una virtud: persistencia, pero no estoy seguro que ese sea mi caso pues son las primeras ideas las que se fijan, es decir, la idea fija y por la cual lucho no es producto de la razón. Pasadas 3 horas, la mujer seguía absorta en su monólogo hacia el inexistente, y yo absorto en ella, y he aquí que el inexistente empezó a fijarse en mí y mi desinterés hacia él. "¿Acaso crees que me puedes reemplazar?". Yo estaba absorto en el rostro de la mujer. Pasó otra hora con 45 minutos tiempo durante el cual el inexistente había repetido constantemente la misma pregunta, al fin lo escuché y respondí con otra pregunta:
- ¿Acaso es imposible?
- Tú no eres el indicado.
- Tengo tanto o más amor que tú.
- Pero ella no te quiere. Me quiere a mí.
- ¿Porqué la dejas sufrir así?
- Dejo que viva su esperanza. Es lo mejor que tienen los de tu raza.
- Yo la perdí hace mucho.
- Si no la tuvieras no te hubieses sentado a esperarla.
...
- ¿Hasta cuando te esperará?
- No lo sé. ¿la seguirás esperando?
- No lo sé. Ya no lo sé.
- Vete. No eres el indicado.
- Nunca lo soy. Estoy condenado.
- Deberías rezar.
- Ja ja.