Lo que les falta a las latinas para ser mujeres
Al salir de la universidad me encaminé hacia el lago. Me presté una bicla pensando en llegar a la frontera con Francia, pero no había terminado de bordear el lago cuando me invadió la apatía y decidí regresar. Recuperé mi billete de 50 francos y caminé hacia la marina repleta de yates. Me senté a mirar el agua verde oscuro y como los cisnes aseaban sus plumas. Cuando me estiré para bostezar a gusto vi una cabecita castaña oscura hasta entonces oculta entre las rocas. Me hice visible a ella, volteó y nos saludamos con la mirada y un leve movimiento de labios. Después de un rato cerró el libro que tenía sobre su falda celeste y se quedó mirando el lago. Empezamos a hablar. Cuando nos despedimos, me di cuenta de cuanto les faltaba a las latinas para llegar a ser mujeres.
Es que son décadas de aprender a vivir con el propio destino en la mano. A fin de cuentas todo termina siendo cuestión de madurez. Por ahora las latinas parecen niñitas o adolescentes irresponsables jugando con su capacidad de decisión. Retando a las normas más que viviendo plenamente. Y cuando acaban de jugar terminan sintiéndose mal consigo mismas.
Quizá la próxima generación de latinas deje de comportarse como si recién conocieran lo que es la libertad, como si fuera un descubrimiento que tienen que gritar a los cuatro vientos. Ya crecerán. Ya cambiarán sus genes y dejarán de tener que luchar consigo mismas para suprimir sus ganas de ir solitas a la cocina. Ya cambiarán sus genes y dejarán de preocuparse por si se ve bien la mesa. Hay que darles tiempo. Ya cambiarán sus genes.
Es que son décadas de aprender a vivir con el propio destino en la mano. A fin de cuentas todo termina siendo cuestión de madurez. Por ahora las latinas parecen niñitas o adolescentes irresponsables jugando con su capacidad de decisión. Retando a las normas más que viviendo plenamente. Y cuando acaban de jugar terminan sintiéndose mal consigo mismas.
Quizá la próxima generación de latinas deje de comportarse como si recién conocieran lo que es la libertad, como si fuera un descubrimiento que tienen que gritar a los cuatro vientos. Ya crecerán. Ya cambiarán sus genes y dejarán de tener que luchar consigo mismas para suprimir sus ganas de ir solitas a la cocina. Ya cambiarán sus genes y dejarán de preocuparse por si se ve bien la mesa. Hay que darles tiempo. Ya cambiarán sus genes.
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