¿Quién podría culparlo?
Después vino el día en que él se dió cuenta de que haga lo que haga nada cambiaría. Podría tomar el camino largo o el atajo, tratar de engañarse parándose a descansar o doblando en cada esquina, pero siempre, siempre, irremediablemente, llegaría al mismo sitio, al mismo triste punto.
Ese día, Paolo podría haberse abandonado, dejarse aplastar por el destino y quizás hasta sacar la navaja y optar por lo sano. Hubiese sido comprensible que lo hiciera. Ya ni siquiera podía refugiarse en la soledad. Ahora todo era a medias, podía renunciar solo a la mitad del mundo, pero la otra mitad quedaba ahí, latiendo, demandando.
Paolo en cambio, ya sin esperanza, decidió seguir con paso cansino, deplorable, dando pena. ¿Pero, quién podría culparlo?
Ese día, Paolo podría haberse abandonado, dejarse aplastar por el destino y quizás hasta sacar la navaja y optar por lo sano. Hubiese sido comprensible que lo hiciera. Ya ni siquiera podía refugiarse en la soledad. Ahora todo era a medias, podía renunciar solo a la mitad del mundo, pero la otra mitad quedaba ahí, latiendo, demandando.
Paolo en cambio, ya sin esperanza, decidió seguir con paso cansino, deplorable, dando pena. ¿Pero, quién podría culparlo?
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