IV (al corazón)
Me ha pasado, con algunas chicas... no con muchas, es verdad, pero sí me ha pasado, que lo más valioso de posar mis manos sobre su pecho no ha sido el morbo de levantar sus senos rozando sus pezones, o apretándolos, pellizcándolos, sino, que los más valioso ha sido sentir su corazón saltando. Acercar mi rostro no para besar, lamer, morder sus senos, sino para escuchar su corazón, para dormirme con ese murmullo que repite "te quiero, te quiero, te quiero, te quiero". Con algunas de esas chicas he llegado a estar tan compenetrado con su corazón que me bastaba coger su mano para ritmear con sus latidos. Y esas pocas, escasas, quizás única chica me lo ha dicho: "cuando coges mi mano, siento que tocas mi corazón".
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