Sunday, November 19, 2006

Si tomás un trago, conseguís a un hombre

Carmen creía que no había mejor cosa que hacer en las reuniones de su trabajo que conversar con las uvas, y claro, sonreir y decir unas cuentas palabras para que nadie note su ausencia. Cuando la conversación era alegre solía levantarse de improviso, coger su cartera, su abrigo y empezar a despedirse "Chau, nena, cuidate mucho", "¿Vos te vas tan rápido?, esperame que estoy en el carro". Pero no, cuando Carmen estaba alegre solo quería llegar rápido a su casa, echarse en la cama y disfrutar del sueño generalmente negado.
En cambio, cuando las uvas le contaban malas cosas, Carmen se ponía triste, la asaltaban las ganas de llorar y entonces tenía que reir más fuerte, coquetear, improvisar algún paso de baile y esperar los ofrecimientos "¿Querés que vayamos a otro lado a bailar un poco?" "Vamos, que te llevo". Entonces aceptaba llegaba rápido a su casa, arreglaba la cama, hacía el amor desesperadamente, tratando de cansarse, rogando que después venga el sueño generalmente negado.
A Carmen le gustaba conversar con las uvas, casí siempre auguraban que más tarde podría soñar algo. Y siempre, justo antes que la venza el sueño, recordaba las últimas palabras que le gritó Carmelo: "Después de todo, ustedes las pibas, tienen más suerte. Les basta ir a un bar, tomar un trago y zas conseguís un hombre..."