Un simple analgésico
Hace diez años dediqué cuatro o cinco meses a acostarme con toda aquella que también lo quisiera hacer. Era algo compulsivo. Piel nueva cada cuatro o cinco días. Tenía mi primer y bien remunerado empleo. Andaba yo con los bolsillos llenos y eso facilita la diversión en cualquier parte del mundo. Ahora que lo veo desde lejos, pienso que en realidad era otra forma de evitar caer en la depresión. El placer que produce el realizar una conquista; el placer de sentir, de ver, de escuchar a una mujer en el goce y luego satisfecha; el placer casi desesperante de la eyaculación; todo ese conjunto era analgésico, por lo mismo, un engaño. Bastaron cinco minutos de conversación encamada para que la mente se volviera a llenar de deseos, para que el placer se vuelva incompleto, para que los anteriores in-out perdieran valor por carecer de contacto humano. Bastó una nueva ilusión, un nuevo deseo, para que todo lo demás perdiera sentido.
Esta semana las circunstancias se han repetido: tiempo libre y bolsillos llenos, pero al tercer día he quedado asqueado de mí mismo.
No soy yo quien pondrá fin al juego del perpetuo deseo. El juego acabará ante su presencia. Y solo si su deseo se equipara al mío.
Esta semana las circunstancias se han repetido: tiempo libre y bolsillos llenos, pero al tercer día he quedado asqueado de mí mismo.
No soy yo quien pondrá fin al juego del perpetuo deseo. El juego acabará ante su presencia. Y solo si su deseo se equipara al mío.
1 Comments:
Genial
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