Carta a G
Querida G
Ya debes saber que para mucha de la gente que conocemos, tu y yo hemos nacido el uno para el otro. Yo mismo lo he creído. Diría que todavía lo creo (de hecho, sufro sin verte y sin tener la esperanza diaria de disfrutar de algunos momentos de tu compañía), pero nuevos razonamientos se han venido apoderando de mi mente, aunque de ellos te hablaré más adelante. Por ahora, no quiero molestarte, sorprenderte y sobre todo no quisiera confundirte, pero no puedo reprimir -ahora que me escribiste- las ganas que tengo de gritar que me gustas, que te pienso cada noche y que no me importaría si estuvieses con otra persona porque me contento con pensar que en el futuro, tarde o temprano, vamos a vivir juntos para siempre.
Pero están las nuevas ideas surgidas desde este alejamiento que dices que te extraña y lastima. Ideas que quizás solo sean caricias de consuelo que bajan de mi mente a mi corazón. Decirte que no creo que debamos ni podamos llegar a tener una relación ni ahora ni después. Es que te quiero tanto que no quiero que sufras. Sé que esto suena a un clásico "yo te puedo hacer daño" que se dice a las adolescentes solo para despertar su interés, pero te lo digo porque ya somos personas mayores y lo podemos entender de otra forma.
Tienes un alma frágil y yo soy un bruto. Diría/haría cosas todos los días que te harían daño. Tu carácter te haría reaccionar y mi orgullo me impediría decir "perdón". Te quiero un montón y creo que te das cuenta, pero eso no quitará mi torpeza. Prefiero seguir queriéndote de lejos y haciendo lo que pueda por que estés siempre contenta, a ser la causa de tu tristeza. Yo muerdo, G. Si estás a mi lado y te veo flaquear, te muerdo, puedo destrozarte. Si te veo fuerte, te reto, gruño. Soy un animal, G. De lejos está bien. Mejor que escuches mi aullido solitario a mis garras y dientes rasgándote, cerrándose en tu cuello. Te quiero, te quiero, te quiero.
Ya debes saber que para mucha de la gente que conocemos, tu y yo hemos nacido el uno para el otro. Yo mismo lo he creído. Diría que todavía lo creo (de hecho, sufro sin verte y sin tener la esperanza diaria de disfrutar de algunos momentos de tu compañía), pero nuevos razonamientos se han venido apoderando de mi mente, aunque de ellos te hablaré más adelante. Por ahora, no quiero molestarte, sorprenderte y sobre todo no quisiera confundirte, pero no puedo reprimir -ahora que me escribiste- las ganas que tengo de gritar que me gustas, que te pienso cada noche y que no me importaría si estuvieses con otra persona porque me contento con pensar que en el futuro, tarde o temprano, vamos a vivir juntos para siempre.
Pero están las nuevas ideas surgidas desde este alejamiento que dices que te extraña y lastima. Ideas que quizás solo sean caricias de consuelo que bajan de mi mente a mi corazón. Decirte que no creo que debamos ni podamos llegar a tener una relación ni ahora ni después. Es que te quiero tanto que no quiero que sufras. Sé que esto suena a un clásico "yo te puedo hacer daño" que se dice a las adolescentes solo para despertar su interés, pero te lo digo porque ya somos personas mayores y lo podemos entender de otra forma.
Tienes un alma frágil y yo soy un bruto. Diría/haría cosas todos los días que te harían daño. Tu carácter te haría reaccionar y mi orgullo me impediría decir "perdón". Te quiero un montón y creo que te das cuenta, pero eso no quitará mi torpeza. Prefiero seguir queriéndote de lejos y haciendo lo que pueda por que estés siempre contenta, a ser la causa de tu tristeza. Yo muerdo, G. Si estás a mi lado y te veo flaquear, te muerdo, puedo destrozarte. Si te veo fuerte, te reto, gruño. Soy un animal, G. De lejos está bien. Mejor que escuches mi aullido solitario a mis garras y dientes rasgándote, cerrándose en tu cuello. Te quiero, te quiero, te quiero.
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