La cosa más loca
Una vez, mientras caminábamos a las tres de la mañana con latas de Heineken en la mano, D (la querida D) me preguntó que era la cosa más loca que había hecho por alguna "chica". Le conté que en la universidad andaba yo templado de A y sin forma de conocerla. Que entre clases trabajaba en la biblioteca, donde todo debía ser silencio. Casi todos los días llegaba A con su ficha llena de letras rápidas, enlazadas y ovaladas, y yo le entregaba su libro. Andaba yo, pues, abobado; viendo todos los días a mi amada y sin poder decirle una sola palabra. Y llegó la quincena de exámenes, esas en las cuales uno duerme solo dos o tres horas por día, y en las que todas las mañanas escuchaba "Para que estoy aquí", "Estás muerto" y "Un producto de su sociedad" para despertarme y cargarme de energía; una mañana de jueves muy temprano, sentado en la escalera de la facultad, vi pasar a A. Algo se apoderó de mí. Me levanté, salté los escalones y empecé a seguirla. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero al parecer era el momento de hacerlo. A entró en la cafetería que estaba semi vacía y poco iluminada, sacó un libro de su bolso y empezó a leer. Me acerqué por detrás sin que me sintiera. Estuve a punto de cogerla del cuello, pero retrocedí. Se sobresaltó cuando me senté en la silla del costado, más aun con la cara de loco que debía tener, le dije: "Hola, sé que no nos conocemos pero quiero decirte que estoy enamorado de tí". D (la querida D) ahogó un estallido de risa. Después trató de ponerse seria, arrugó la frente, puso las manos en la cintura fingiendo un berrinche y dijo: "Y porqué no hiciste eso conmigo". Y nos reimos toda la noche.
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