La leyenda de Junio (La Venganza)
- ¿Grandfy, podrías contarme la leyenda de Junio? ¿es verdad que tú lo conociste?
- Bueno, ven siéntate aquí, y guarda silencio pues no me gusta que me interrumpan. Yo tenía más o menos tu edad cuando Junio vivía con su familia en el departamento de arriba. En ese entonces los hombres todavía no habíamos aprendido a volar. Junio llevaba a sus hijas al colegio muy temprano, yo siempre me asomaba a la ventana para verlos irse, a mí me gustaba mucho la mayor de sus hijas que era de mi edad, pero esa es otra historia. Un día, ella me contó que su padre las llevaría de viaje a Paracas. En ese entonces, al revés que ahora, eran los humanos los que nos comíamos a los peces, a la gente le gustaba ir a las playas a bañarse y los peces todavía no habían aprendido a caminar fuera del agua.
Eran tiempos muy buenos, pero el principal problema eran las pandillas que robaban y mataban a la gente tanto en la ciudad como en las afueras.
Junio era un tipo común y corriente, nada especial, quizás un poco extrovertido, tenía siempre el ceño fruncido, pero era de fácil sonrisa y a todos les caía bien, aunque no creo que haya sido muy querido.
No se sabe muy bien qué fue lo que pasó en Paracas. Al parecer se habían divertido mucho al punto que decidieron recién regresar por la noche, algo poco aconsejable en esas épocas. Parece que cuando ya regresaban, el carro de Junio se malogró, llegó la noche y fueron atacados por una pandilla. Junio les dijo que se quedaran con el carro, que se llevaran todo, pero que los dejaran irse a él y sus hijas. Los pandilleros decidieron matarlos. Pero Junio no murió, quedó muy mal herido e inconsciente, cuando despertó, vio a sus hijas muertas a su costado, agarradas de la mano. Tres días lloró a sus hijas. Cuando terminó de enterrarlas, un ansia de venganza le latía en las manos. Uno a uno fue encontrando a los pandilleros. Pero no era suficiente. Sentía que su venganza debía dirigirla contra el mundo en el que vivía. Todavía no sabía lo que tenía que hacer, pero nada volvería a ser lo mismo. Este mundo violento e injusto nacido de la frustración sentiría el poder de su fuerza. Pero ahora ya es hora de dormir.
- Bueno, ven siéntate aquí, y guarda silencio pues no me gusta que me interrumpan. Yo tenía más o menos tu edad cuando Junio vivía con su familia en el departamento de arriba. En ese entonces los hombres todavía no habíamos aprendido a volar. Junio llevaba a sus hijas al colegio muy temprano, yo siempre me asomaba a la ventana para verlos irse, a mí me gustaba mucho la mayor de sus hijas que era de mi edad, pero esa es otra historia. Un día, ella me contó que su padre las llevaría de viaje a Paracas. En ese entonces, al revés que ahora, eran los humanos los que nos comíamos a los peces, a la gente le gustaba ir a las playas a bañarse y los peces todavía no habían aprendido a caminar fuera del agua.
Eran tiempos muy buenos, pero el principal problema eran las pandillas que robaban y mataban a la gente tanto en la ciudad como en las afueras.
Junio era un tipo común y corriente, nada especial, quizás un poco extrovertido, tenía siempre el ceño fruncido, pero era de fácil sonrisa y a todos les caía bien, aunque no creo que haya sido muy querido.
No se sabe muy bien qué fue lo que pasó en Paracas. Al parecer se habían divertido mucho al punto que decidieron recién regresar por la noche, algo poco aconsejable en esas épocas. Parece que cuando ya regresaban, el carro de Junio se malogró, llegó la noche y fueron atacados por una pandilla. Junio les dijo que se quedaran con el carro, que se llevaran todo, pero que los dejaran irse a él y sus hijas. Los pandilleros decidieron matarlos. Pero Junio no murió, quedó muy mal herido e inconsciente, cuando despertó, vio a sus hijas muertas a su costado, agarradas de la mano. Tres días lloró a sus hijas. Cuando terminó de enterrarlas, un ansia de venganza le latía en las manos. Uno a uno fue encontrando a los pandilleros. Pero no era suficiente. Sentía que su venganza debía dirigirla contra el mundo en el que vivía. Todavía no sabía lo que tenía que hacer, pero nada volvería a ser lo mismo. Este mundo violento e injusto nacido de la frustración sentiría el poder de su fuerza. Pero ahora ya es hora de dormir.
1 Comments:
a veces, cuando escribes así, ami tambien me da miedo ser parte de ese mundo que Junio intenta destruir.
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