Wednesday, December 27, 2006

Amor de cuatro a siete

Amanece rápido en el verano limeño. Cuando falta poco para las cinco de la mañana aun todo está oscuro, pero basta un par de minutos para que el cielo se torne azulino y quede claro que el día ha llegado. El amanecer es tan rápido que muchas veces sorprende a la gente de la noche y puede vérseles corriendo de la luz. Con el día llega una brisa fria proveniente del mar, es la brisa del resfrío, la que mata a las gargantas y ataca a los cuerpos dormidos con los pies descubiertos. En la madrugada ya no hay peligro de que te roben, en la madrugada lo que hay son borrachitos fáciles de patear. En la madrugada se camina bien, con un friecito llama cigarrillo. Ahora tengo con quien caminar, al parecer puedo ser una buena compañía. Amor de cuatro a siete de la mañana. Por ahora es tan débil que es imposible mantenerlo durante el día. Ella duerme y yo trabajo, dice que sueña conmigo. Luego despierta, cocina para sus hijos, y yo trabajo. Se va a estudiar mientras yo trabajo; trabaja mientras yo duermo. No sueño con ella. En realidad nunca recuerdo lo que sueño. Hasta las cuatro de la mañana en que nos encontramos en la oscuridad de Lima y caminamos un poco para ver el amanecer instantáneo. Ni por confusión hay rayo verde, pero sí el azulino del cielo que aun deja ver algunas estrellas. Es un azulino hermoso. Lo miramos tendidos en algún jardín húmedo. Hay un momento en el que nos callamos que parece eterno.

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