Cuento 13
Los hermanos Áyar fueron ocho -cuatro parejas- que surgieron de una de las tres cavernas del cerro Tamputoco, situado inmediatamente al sur de Pacaritambo, cerca de
la actual ciudad de Paruro. La caverna de la que salieron los Áyar era la Capactoco, que se hallaba entre las otras dos -Marastoco y Sutictoco-, de las que salieron los pueblos mara y tampu, respectivamente.
Los Áyar, comandados por Áyar Manco y acompañados por diez ayllus -cinco hanan y cinco hurin-, partieron hacia el norte en busca de una tierra que fuera adecuada para cultivar y habitar, la cual sería identificada por ellos al hundirse en su suelo una barreta de oro. Pero, a poco de haber emprendido el camino, decidieron desprenderse de Áyar Cachi, motivados por la fortaleza y peligrosidad que había demostrado. Entonces, con engaños, lo encerraron para siempre en la caverna Capactoco.
Después de un largo peregrinaje, que duró alrededor de 20 años y en el que acamparon en varios lugares, los hermanos Áyar arribaron al monte Huanacaure, en las proximidades y al sureste de la actual ciudad del Cusco. Los Áyar, dado lo apropiado del paraje, acordaron establecerse provisionalmente en él, y, para sacralizarlo y ligarlo permanente e indisolublemente a los incas, acordaron que Áyar Uchu se convirtiera en huaca. Así, este hermano se transformó en una huaca de piedra, que tomó el nombre de Huanacaure y se constituyó en el objeto central del culto allí prestado.
Los incas se dedicaron entonces a recorrer los alrededores en busca de la tierra feraz que constituía la finalidad de su peregrinación. En esta búsqueda exploraron terrenos cercanos a Colcabamba y llegaron hasta la campiña de Huaynapata, cerca del curacazgo de los saño y también del de los hualla. Este último tenía por jefe a Apo Quiano y por sede el poblado de Pachatusan.
En Huaynapata la barreta de oro arrojada por Áyar Manco -según algunos por Mama Huaco- se hundió plenamente, lo cual demostró la calidad cultivable de su suelo y provocó la decisión de los incas de apropiarse del lugar. Poco después, mientras contemplaba desde la cima del monte Huanacaure el conjunto de Acamama, Áyar Manco, a quien el espíritu de Áyar Uchu le había comunicado que su padre, el Sol, había dispuesto tomara el nombre de Manco Cápac, le indicó a Áyar Auca, que gozaba de la facultad de volar, se trasladara donde actualmente se encuentra el Coricancha y se instalara en él. Cuando así lo hizo este último hermano, también se convirtió en piedra y tomó simbólicamente el lugar, lo que estimuló a Manco Cápac a emprender las acciones bélicas definitivas para apoderarse materialmente del Cusco.
la actual ciudad de Paruro. La caverna de la que salieron los Áyar era la Capactoco, que se hallaba entre las otras dos -Marastoco y Sutictoco-, de las que salieron los pueblos mara y tampu, respectivamente.
Los Áyar, comandados por Áyar Manco y acompañados por diez ayllus -cinco hanan y cinco hurin-, partieron hacia el norte en busca de una tierra que fuera adecuada para cultivar y habitar, la cual sería identificada por ellos al hundirse en su suelo una barreta de oro. Pero, a poco de haber emprendido el camino, decidieron desprenderse de Áyar Cachi, motivados por la fortaleza y peligrosidad que había demostrado. Entonces, con engaños, lo encerraron para siempre en la caverna Capactoco.
Después de un largo peregrinaje, que duró alrededor de 20 años y en el que acamparon en varios lugares, los hermanos Áyar arribaron al monte Huanacaure, en las proximidades y al sureste de la actual ciudad del Cusco. Los Áyar, dado lo apropiado del paraje, acordaron establecerse provisionalmente en él, y, para sacralizarlo y ligarlo permanente e indisolublemente a los incas, acordaron que Áyar Uchu se convirtiera en huaca. Así, este hermano se transformó en una huaca de piedra, que tomó el nombre de Huanacaure y se constituyó en el objeto central del culto allí prestado.
Los incas se dedicaron entonces a recorrer los alrededores en busca de la tierra feraz que constituía la finalidad de su peregrinación. En esta búsqueda exploraron terrenos cercanos a Colcabamba y llegaron hasta la campiña de Huaynapata, cerca del curacazgo de los saño y también del de los hualla. Este último tenía por jefe a Apo Quiano y por sede el poblado de Pachatusan.
En Huaynapata la barreta de oro arrojada por Áyar Manco -según algunos por Mama Huaco- se hundió plenamente, lo cual demostró la calidad cultivable de su suelo y provocó la decisión de los incas de apropiarse del lugar. Poco después, mientras contemplaba desde la cima del monte Huanacaure el conjunto de Acamama, Áyar Manco, a quien el espíritu de Áyar Uchu le había comunicado que su padre, el Sol, había dispuesto tomara el nombre de Manco Cápac, le indicó a Áyar Auca, que gozaba de la facultad de volar, se trasladara donde actualmente se encuentra el Coricancha y se instalara en él. Cuando así lo hizo este último hermano, también se convirtió en piedra y tomó simbólicamente el lugar, lo que estimuló a Manco Cápac a emprender las acciones bélicas definitivas para apoderarse materialmente del Cusco.
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