Wednesday, April 19, 2006

Una historia de R

Ya borracho, R se emparejó con una chica de la que nunca se acordó su nombre. Baila que te baila, conversación, un agarre y un te llamo a los 21 años que efectivamente cumplió. No era que le gustase mucho, ella casi ya no tenía cintura y mas bien una prominente barriga, pero estaba solo desde hacía más de un año y le había sido fácil conseguir la cita, a él que tenía una enorme dificultad para entablar relaciones. Quedaron en el cine club La Filmoteca del tremendo y perfectamente iluminado Museo de Arte. Película de 3:30 pm así que el atardecer grisáceo y húmedo de invierno los alcanzó caminando por el Paseo Colón. "¿Un cafecito?" Ingresaron, vieron una escalerita de medio metro de ancho y se preguntaron si funcionaría algo allá arriba. El mozo los miró, sonrió y un "arriba los atiendo". Subieron, había un par de mesas, escogieron una y empezaron a agarrar. R no encontró muchos senos, sí tremendas piernas envueltas en jean y una entrepierna recontra caliente que manipuló a su gusto hasta que subió el mozo, anotó dos cafés y se fue. Ella dijo: "ahora me toca a mí" y comenzóa besarle el rostro y el cuello mientras con hábil mano liberaba la quintaesencia del hombre. Fue un mamey espectacular; cabeza y tronco; labio, lengua y diente; suavidad, cosquilleo y una amenaza perfectamente calculada para no asustar. Y llegaron los cafés y que suerte haberte encontrado, y qué rico que lo haces. Lo aprendió con el cura de su pueblo. Un cura que la hizo su mujer durante dos años hasta que los descubrieron, él eligió a Dios y se fue. Desde entonces empezó a engordar y no ha parado. Le pidió un nuevo mamey para olvidarlo. Ella quería lo suyo pero el jean no ayudaba, así que quedaron para la salida. En el Paseo Colón ya estaba anocheciendo, antes de llegar a la Plaza Bolognesi vieron "S/.8", justo para lo que alcanzaba. Entraron y hasta les pidieron documentos. Ya en el cuarto, empezaron a calentarse nuevamente, ella volvió a atenderlo, y mientras era desnudado, R se acordó de su mamá, de su niñez, los seis años, él entrando a la casa, escuchando los gemidos de su madre, acercándose silenciosamente al cuarto de sus padres y viendo el cuerpo gordo desnudo desparramado de su madre, casi sin rostro y a un hombre encima de ella empujando empujando empujando. El mamey acabó y la gordita quiso bailarle mientras se quitaba la ropa, pero cuando terminó de desnudar su robusto cuerpo de tetas insignificantes, la erección de R había desaparecido. "Creo que lo asusté". R nunca ha podido tirarse a una gordita como mamá.

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