Y claro, fue la primera vez que la escuché llorar
Fue entonces que nació. Yo estaba bastante excitado-emocionado-impresionado. Había visto (y oido) como el doctor abría el vientre como si estuviera rompiendo un grueso fardo, inclinándose un poco para con el peso de su cuerpo tener más fuerza en sus brazos para separar la carne (¡Qué sonido más terrible, el de la piel rasgándose, la carne abriéndose!). Y luego había visto como hacía a un lado los órganos y parte del largo intestino, sacándolo del vientre para poder llegar a donde estaba mi hija. Aun con la boca abierta, totalmente impresionado, me acerqué a tomar una foto y entonces la ví sentada, acurrucada en medio de la barriga sangrante de su madre. Click. El doctor la tomó mientras yo no lograba encontrar el mejor ángulo y la luz me jugaba una mala pasada. El doctor se aburrió de esperar que dejara la cámara y me animara a cortar el cordón, así que la levantó y lo cortó el mismo. Mi hija lloró, más bien se privó, la veía toda arrugada y con la boca abierta en un grito ahogado; hasta que ¡plaf! el palmazo de rigor. Mi hija gritó y escuché su llanto por primera vez. "Sé fuerte", pensé. La limpió un poco, la pesó, la midió y la llevó a que la viera su madre. Tiene su nariz. Mi hija nació y desde entonces ya no pienso solo por mí, ya no decido solo por mí, estoy voluntariamente enajenado, felizmente alienado.
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